domingo, 27 de diciembre de 2009

El duende y la vieja



El duende y la vieja



Desde hace algunos meses, un duende travieso andaba suelto por la casa de María. Cambiaba las cosas de lugar, sacaba la ropa de los armarios por la noche, metía los zapatos en el frigorífico o se los ponía al revés, regaba las macetas con coca-cola, tiraba la comida al cubo de la basura, robaba la bayeta sucia del fregadero de la cocina y la escondía en el cajón de la mesita de noche. Parecía no agotar su ingenio para hacer toda clase de travesuras imaginadas e imaginables.

―¿Qué miras tú, vieja? ―bufó enfadada Rosario, mientras se lavaba las manos en la pila del aseo con mucho, mucho jabón.

―¡Mamá, vente ya a merendar, que se va a enfriar el chocolate! ―la llama María impaciente desde la cocina, cuando la escucha hablar de nuevo.

Y Rosario, llega con el ceño fruncido, las manos mojadas goteando de espuma blanca por todo el pasillo, arrastrando los pies. Se acerca a la mesa dónde están dispuestas las dos tazas de loza, cucharillas, servilletas de papel y un plato con bizcochos.

―Anda hija, dame una galleta de esas que se la voy a llevar a la vieja que hay allí ―y coge un bizcocho y vuelve arrastrando los pies hasta el aseo y lo deposita bajo el espejo, sobre uno de los charquitos de espuma y agua que ha dejado ― toma mujer, que no diga que soy una sieso.

―Mamá, mamá, ¡venga ya! ¡Que el chocolate se va a poner espeso! ―se inquieta María, que la espera sentada a la mesa, mientras sirve el líquido denso y humeante sobre ambas tazas.

―¿Hoy no viene la niña a cenar con nosotras? Mira que yo a ella le dejo mi vaso, que no me importa.

―No mamá está trabajando, pero ahora después vamos a ir tú y yo a recoger a la peque, anda, ten cuidado y no te quemes. Ponte la servilleta al cuello, así mira ―y la hija hace lo propio.

―Que no, que no, que no quiero, joder, déjate de bobadas de esas ¡quita, que yo sé sola! ―y haciendo aspavientos con las manos, vuelca el contenido de su taza sobre la enagua― ¡Maldita sea! Ves, me ponéis nerviosa entre tú y la vieja esa, que no deja de seguirme a todas partes.

―¡Qué desastre estás hecha, mamá! ―protesta María, mientras le limpia con las servilletas de papel el chocolate que ya ha llegado al suelo y avanza lento, como lava de un volcán― anda, vamos y te cambias, que nos tenemos que marchar enseguida.

María entra al baño y ve el bizcocho hinchado encima del lavabo, se lo guarda en el bolsillo del delantal, mientras mueve la cabeza a los lados. Se lo quita y lo cuelga detrás de la puerta de la cocina, agarra las llaves, el bolso, la madre y cierra la puerta con cuatro vueltas de llave.

―¿Has cerrado bien la puerta?¿Y la bombona? ¿Has apagado la candela? A ver abre, que voy a mirar otra vez antes de irnos, que seguro se te ha olvidado algo.

―Que sí, que sí mama, que he cerrado todo bien, anda vamos y deja de protestar, que llegamos tarde.

― ¿Qué hace la vieja aquí dentro del ascensor, otra vez? ¿No sabe que estoy jarta de verla? ¡Dile que se vaya! Hija ¡que no, que yo no quiero verla, que es una pesada!

―No te preocupes mamá, ella va a otro piso y se baja después que nosotras, anda dile adiós, que no se quede triste.

―¡Adiós, japuta! ¡Como me sigas te voy a dar un par de ostias que vas a ver! ―y hace un amago de corte de manga con el dedo corazón estirado.

―¡Mamá, mamá, que tú nunca has dicho palabrotas, por favor! ¿Qué van a pensar los vecinos?

―Me importa un cipote encapirotado ¡a ver si ahora no voy a poder ni resollar!

Y salen a la calle cogidas del brazo, María impaciente, Rosario con la mirada perdida, otea ambos lados de la acera, abriendo mucho los ojos, con gesto de asombro.

―Llévame a mi casa, que madre seguro me está esperando y se va a enfadar. Va a creer que me he ido con mi pretendiente y no, no quiero verlo, que hoy no venga, que no se siente a mi vera, que le huele el resuello a alcantarilla ―protesta Rosario soltándose del brazo de la hija.

―Pues como no te cojas a mí, lo llamo ahora mismo y le digo que te lleve él. Anda agárrate a mi brazo, no vayas a tropezar, mamá.

―Pero llévame a mi casa, que padre me riñe si llego anochecido. Le compramos damascos para el postre ¿vale? que le gustan mucho y luego siembra los huesos en el huerto del patio y nace un arbolito ―dice Rosario ilusionada, sin acordarse ya del novio.

―Ahora después mamá, primero vamos a lo que vamos, intenta andar un poco más rápido y sin arrastrar lo pies, ¡Que viene tu novio el de la alcantarilla por ahí cerca! ― Rosario acelera con pasos pequeños pero rápidos y tropieza con un adoquín levantado.

―¡Me cago en todas sus muelas! Pues no que me ha puesto la zancadilla el muy cabrito ¡Yo no me caso con él, tenga los dineros que tenga! que no, dile a mi padre que no quiero…―empieza a llorar desconsoladamente, parada en mitad de la acera.

―Anda mamá, deja que te seque esas lágrimas, no llores que ya lo hemos despistado y no te vas a casar con él ―le dice mientras la abraza con suavidad― pero sí con el joven apuesto de la tahona, que siempre te da los bollos más grandes.

―Sí, sí ese es el que yo quiero, pero padre no le deja que me hable, porque no tiene dineros como el otro. Si me tendré que escapar con él… Si…

―De hecho, Rosario, te escapaste con él y tuviste una hija ¿Ya no te acuerdas, mamá?

―¿Y tú quién eres y cómo sabes todo eso? ―dijo Rosario con los ojos desencajados― ¿Eres la mujer que me cuida? ¡Dímelo ya! ¿Quién carajo eres?

―Quién voy a ser mamá. Soy tu hija María ¡Y te cuido! Cuando me dejas… ―afirma aguantando un puchero, con los ojos llenos de lágrimas.

Rosario la mira extrañada y se encoge de hombros, sigue andando a su paso, arrastrando los pies, cabizbaja y sin rechistar.

―Anda vamos mamá, que la peque nos está esperando, ya verás lo contenta que se va a poner cuando te vea...

Llegan a la puerta de una guardería con dibujos de Disney mal pintados, de colorines vivos y discordantes entre sí, estampados por toda la pared. Una señorita les abre la puerta, trae de la mano una pequeña princesita de ojos alegres, que sonríe al verlas.

―¡¡¡Bisabelita, bisabelita!!! ―y con un movimiento rápido e imperceptible, se zafa de la mano de la profesora y se cuelga al cuello de Rosario, que la esperaba agachada y con los brazos abiertos. Y le llena la mejilla con una cascada de besos sonoros, mientras la niña ríe cantarina.

―Anda vamos, que vas a degastar a la niña con tanto beso. ¿No hay nada para mi, peque?

―No ¡hoy, sólo para la bisabelita!





©Loli Pérez



miércoles, 23 de diciembre de 2009

El Belén




Ya sé que por todas partes os llueven felicitaciones y que andaréis un poquito empachados... pero... no puedo resistir dejar esta imagen para desearos felíz navidá!!!!

domingo, 20 de diciembre de 2009

Buscando a Eric


Esta tarde ha tocado cine. Nunca había estado en el "Alameda" a pesar de llevar viviendo aquí muchos años.
Es un cine pequeño, puede que antiguo, pero muy acogedor. Tiene ese aire nostálgico como de otro tiempo, las salas no muy grandes, el olor a cine auténtico y el ambiente de quien va allí es para disfrutar de una buena película, entre amigos.

Me ha recordado una tarde de hace muchos años. Era mi cumpleaños también. Y la gente de mi pandilla se empeñó en ir al cine. A mí no me gustaba desperdiciar las dos horas que me dejaban salir (de 8 a 10) encerrada a oscuras viendo una película. Prefería echar unas charlas, contar chistes, reírnos de cualquier cosa.
Pasaban la película "La isla de Frankestein"
Creo que era mi diesipico cumpleaños. Yo no quería ir al cine aquella tarde, pero la mayoría insistió. Y la película no me gustó nada, es más, aquella noche tuve pesadillas con la mano animada, que asesinaba al doctor F. y quería atraparme a mí.
Ha llovido mucho desde entonces...

No sé por qué hoy recordé todo aquello con tanta nitidez. Ni sé, por qué sentí tanta nostalgia de mis amigos de entonces, sobre todo de algunos en especial, que estan lejos y llevo años sin ver.

La película de hoy, sí me ha gustado. Es un drama
-comedia con final feliz. Deja buen regusto que todo termine bien, porque Eric a pesar de todos los inconvenientes de su vida, tiene algo muy importate, algo vital: AMIGOS. Ellos intentan ayudarlo, pero la pricipal ayuda siempre debe partir de uno mismo, aunque tener el apoyo de unos buenos amigos es fundamental en la vida.

Y también me ha gustado el elenco de actores. Todos de lo más corrientes y variopintos, barrigudos y calvitos,de todas las edades, creo que no había ningún guaperas estereotipo de Hollywood.
Los diálogos muy buenos.

Copio la sipnosis:


Eric Bishop, un cartero de Manchester fanático del fútbol, atraviesa una dura crisis vital. Delante de sus narices sus dos hijos hacen trapicheos de todo tipo, su hija le reprocha que no sepa estar a la altura y en general su vida sentimental es desastrosa. Ni siquiera el buen ambiente que vive en el trabajo consigue levantarle el ánimo. Inesperadamente, una tarde se aparece ante él, en su propia casa, Eric Cantona, su mayor ídolo de siempre y la ex-estrella francesa de su equipo, el Manchester United. Eric consigue entablar amistad con el ex-futbolista, quien comprendiendo perfectamente su situación, le ayudará con consejos a retomar el control de su vida.
[Reino Unido] Buscando a Eric (2009)
Ken Loach
Eric Cantona, Steve Evets, Stephanie Bishop, Gerard Kearns, Stefan Gumbs, Lucy-Jo Hudson

Aún no sé cómo pegar vídeos de yotube, así que pego el enlace para ver el trailer. Si alguien sabe decirme como se hace, se lo agradecería un montón.


http://www.youtube.com/watch?v=lbYuefWKOGQ

jueves, 17 de diciembre de 2009

El juego del pez plátano



El juego del pez plátano



Suzanne Glas siempre iba vestida de forma elegante, con pantalón y chaqueta negra, camisa rosa y el pelo recogido en la nuca. Ese día hubo una gran tormenta. Olía a tierra mojada, el aire era fresco, aunque enrarecido. El reloj de la estación marcaba las seis de la tarde.

Había cerrado la mercería que regentaba en la calle Madison mucho antes de lo habitual y no llevaba abrigo, aunque hacía frío. La gente caminaba despacio por la calle muy transitada, mientras ella parecía correr sin un rumbo determinado, hablando sola.

―Ver más vidrio, ver más vidrio ¿qué hiciste? ¿Porqué, porqué, porqué? ¡Maldita sea!

Empujó a una pareja que caminaba abrazada y le cortaba el paso, esquivó a un chico que se deslizaba delante de la madre con un monopatín. Por fin llegó jadeando a la estación del tren y se apoyó en el mostrador en la ventanilla de salidas.

―Necesito un billete para el primer tren que salga para la costa. Es muy urgente ―dijo con la respiración entrecortada, mientras se acomodaba un mechón de pelo, que había escapado durante la carrera.

―Lo siento señora, pero no nos quedan billetes para hoy y el próximo tren no sale hasta mañana a las diez ―dijo el empleado de ferrocarril y siguió haciendo montoncitos de monedas del dinero de la recaudación, sin prestar la menor atención a Suzanne que lo miraba temblorosa, con los ojos húmedos.

―¡No, no, no! Necesito un billete ahora mismo. ¡Necesito llegar a tiempo! ¿Es que no me puede entender nadie en esta jodida estación? ¡Está agonizando, puede que le queden sólo unas horas de vida! ―gritó desesperada.

―Cálmese señora ―le increpó el guarda de seguridad que había acudido al escucharla, mientras la miraba compasivo, como si realmente pudiera entenderla.

―¿Qué me calme? ¿Cree usted que puedo calmarme? ¿A caso se calmaría usted… si lo llamaran y le dijeran que su hermano se ha disparado un tiro en la sien y no se sabe por qué extraña razón, aún vive?

―Señora, lo lamento mucho, de veras… ―dijo el hombre fornido descruzando los brazos del pecho y rascándose la cabeza― espere un momento, voy a ver si puedo hacer algo por usted.

Suazanne Glas empezó a sentir como flaqueaban sus fuerzas e iba resbalando la espalda por la pared hasta el suelo.

Con los ojos cerrados imaginaba su cara, la cara de niño perdido… Y lo vio allí a su lado igual que cuando tenía nueve años y le decía:

―Suzanne, Suzanne ¡Vente conmigo a jugar al la cabaña del pozo! Trae tu bañador azul, azul, nos bañaremos en la alberca y jugaremos a buscar al pez plátano…

―Seymour, no te vayas así… Ya sé que me enfadé cuando te alistaste al ejército y te fuiste al frente, que me negué a escribirte. Y que no soporté que te casaras con esa niña malcriada, consentida y cursi de Muriel. Porque sabía que ella no sabría entenderte y sobre todo te alejaría aún más de mí.

Seymour, no te mueras, déjame verte otra vez. Haremos las paces cocinaré ese plato que tanto te gustaba...¿era trucha con plátanos?

Y te volveré a llamar como cuando éramos pequeños: “ver más vidrio, ver más vidrio” y tú te enfadarás cuando te mire los pies y de diga que los tienes de monstruo peludo…

Pero Seymour ya no la escuchaba, desde su inconsciencia lo vio asomarse al pozo y adentrarse en él.

Fin



© Loli Pérez



(Relato escrito para el grupo taller de escritura de Amparo Climet, como continucación del cuento de J.D.Salinger "Un día perfecto para el pez plátano")

jueves, 10 de diciembre de 2009

Ausencia


Ausencia...

Ausencia llena de soledad

traspasada por la lejanía
que se refleja en el mar

como huellas indelebles
del vaivén de las olas
sobre la arena húmeda.

Recuerdos y
lágrimas,
transparentes y veloces
conjuran un suspiro
expira la melancolía.

Abrazos que oprimen
búsqueda desesperada
de las palabras
adecuadas
que puedan, de alguna manera
restablecer la cercanía
quebrada y ansiada.

© Loli Pérez

martes, 8 de diciembre de 2009

Una canción



Nada de nada


La espuma del mar, un grano de sal o de arena
una ebra de pelo, una mano sin dueño
un instante de miedo, una nota perdida
una palabra vacía en un poema, una luz de mañana
así de pequeña soy yo
nada de nada...
Nada de ti nada de mí
una brisa sin aire soy yo
nada de nadie....



Este fragmento es de una antigua canción de la inolvidable Cecilia, está versionada por cantantes actuales, entre ellas Amaral. Esta tarde la escuché en la voz de Rosario Flores, la cante quien la cante es un tema precioso.

Copio el enlace de youtube en la versión de Rosario:
http://www.youtube.com/watch?v=Z1E8CpvFuI

jueves, 3 de diciembre de 2009

Málaga Iluminada


Parece mentira que a las diez de la noche en pleno mes de diciembre una calle pueda estar tan concurrida como calle Larios...




La vista de la Catedral y del hostal Chinitas, todo un clásico...




La fuente de Plaza la Constitución



El árbol de Plaza la marina, como de pura filigrana...





El Belén de flores secas a tamaño natural, junto a la estatua del Marqués de Larios.




El tronco encorsetado como un calamar....


Calle Larios, envuelta en lazos de regalo y como siempre llena de gente...

Plaza de la Marina con sus luces heladas....


La Alameda con sus ángeles, estrellas y los ficus encorsetados...






El arbol gigante de Plaza la constitución...