Entre los libros leídos este verano quiero destacar dos, El verano sin hombres de la escritora americana Siri Hustvedt, y La Encajera del francés Pascal Lainé.
En ambas novelas el abandono es el tema de fondo. En el caso de El verano sin hombres la abandonada es una mujer de cincuenta y pico años a la que su marido le pide una Pausa, después de treinta años de un matrimonio ejemplar.
En el segundo caso, La Encajera, es Pomme una joven humilde de dieciocho años que es abandonada por su padre cuando es una niña, su amiga y su primer y único amor, un estudiante de clase social y cultural más alta que ella.
Ambas mujeres son desgraciadas ante el abandono, pero los recursos con que cuenta cada una son muy distintos y los resultados también.
En el segundo caso, La Encajera, es Pomme una joven humilde de dieciocho años que es abandonada por su padre cuando es una niña, su amiga y su primer y único amor, un estudiante de clase social y cultural más alta que ella.
Ambas mujeres son desgraciadas ante el abandono, pero los recursos con que cuenta cada una son muy distintos y los resultados también.
Mientras Pomme, la joven humilde vuelve a casa de su madre, se encierra en su habitación para más tarde pasar sus días en un sanatorio, Mía la esposa cincuentona, padece un ataque de locura temporal, es internada en un psiquiátrico de inmediato. Para Mía son otros tiempos, otro país, es otro personaje contado desde la perspectiva de una mujer que le da un punto de esperanza.
Mía se marcha al pueblo de su infancia dónde aún vive su madre octogenaria, en una residencia. Da clases de poesía a un grupo de adolescentes y hace amistad con Lola, la vecina de al lado que tiene una niña pequeña y un bebé. Tiene conversaciones telefónicas con su psicóloga con la que desahoga su frustración. Mía sale del agujero de la locura, gracias al apoyo de sus seres queridos, amigas y a la literatura. Relata su frustración, sus sentimientos en primera persona unas veces en tono emotivo y otras de comedia. Y los hombres en esta novela solo aparecen en la mente o las conversaciones de las protagonistas femeninas.
Mientras Pomme se encierra en sí misma y su madre no se atreve a consolarla ni a hablarle, solo a hacer elucubraciones sobre la posible boda de su hija y de buscar a Aimery para que vaya a visitarla.
En Un verano sin hombres, Mía es consciente del tiempo, de como la vejez va devorando a cada una de las amigas de su madre. Se deja abrazar por su hermana Bea, por su hija. Es cómplice de su vecina cuando discute con su marido. Participa en un club de lectura en el que debaten Persuasión de Jane Austen. Vuelve a vivir y se pregunta si realmente necesita a su marido.
“El tiempo nos confunde, ¿verdad? Los físicos saben cómo jugar con él, pero el resto de nosotros tenemos que ajustarnos a un presente vertiginoso que se transforma en un pasado incierto y, por más embrollado que ese pasado resida en nuestra memoria, siempre avanzamos inexorablemente hacia nuestro final.”
La Encajera, es un amargo ejercicio sobre el abandono, la soledad y el desencanto. Construida a base de silencios, muestra la convivencia, el amor y la incomunicación entre dos seres indefensos. Pomme una chica sencilla, pura, introvertida se enamora de Aimery un estudiante que queda fascinado por su belleza en un principio. Ella atrapada dentro de la jaula de su mundo interior. Una crónica del abandono y incapacidad de superarlo por falta de recursos afectivos, económicos y sociales.
“Pomme se durmió. Aimery la oía respirar. Nada había cambiado. Seguía siendo la misma paz, inaccesible, incomprensible. Estaba otra vez solo. Hubiese querido despertarla, sacudirla, que le dijera alguna cosa, que era feliz, o estaba triste, poco importaba. Se levantó. Fue hacia la ventana. El cielo era una laca negra. No se veía resplandecer un manto de estrellas. Una gota de lluvia cayó caliente. Luego, nada. No soplaba viento. Se oía el mar, muy lejos. No quería despertarla. ¿Para qué iba a servir? No estaría menos ausente que en el fondo de su sueño. Y esperó a que amaneciera. No era desgraciado. Ni siquiera se sentía decepcionado. Se cargaba de paciencia. En París sin duda todo sería distinto. Y luego pasaría el tiempo.”
En La Encajera se narra el abandono vivido por una mujer y desde el punto de vista de un hombre en tercera persona. La mujer es un ser bello y extraño, apenas sabemos nada de sus sentimientos.
“Él hizo el amor en medio de un profundo recogimiento, y siempre con el mismo gesto de desvelar. Él ya había conocido este placer, pero todavía nunca esta emoción. Sin embargo, la emoción terminó con el placer, como privada de su fuente, que no era, pues, aquella muchacha en concreto.”
Dos novelas totalmente recomendables.