lunes, 30 de agosto de 2010
Una ventana al norte, Álvaro Pombo III
Vive estos días, constantemente, con esta sensación o con esta intención: hacer tiempo, como si dentro de nada, dentro de muy poco, no fuese ya a tener tiempo ninguno: fuese a reunirse con el tiempo y explotar todo entero, todo el tiempo en un único instante: el de su acción, su hazaña.
jueves, 26 de agosto de 2010
Una ventana al norte, Álvaro Pombo
Se sentía impulsada por un viento herético, un viento sur que brotaba dentro de sí misma y que la hacía reverdecer y espejear como un gran balandro viento en popa. Se sentía navegar mientras subía en el ascensor, mientras hacía la maleta, muy pequeña, donde embutió toda suerte de innecesarias cosas y algunos libros y salió con ella a rastras. Se sentía navegar y florecer al entrar en la habitación...
Sigo con "Una ventana al norte" de Álvaro Pombo
lunes, 23 de agosto de 2010
"La lluvia, siempre exuberante aunque fuese un simple calabobos, le parecía romántica por eso: porque emparentaba con el oscurecer, con el llorar, con el no tener que saludar a nadie conocido, con el punto más alto siempre de un concierto, donde las lágrimas se saltan sin consentir nadie en el mal gusto de fijarse unos en otros, arrebatados y purificados por la emoción sublime, lo mismo que la lluvia..."
Del libro Una ventana al norte, de Alvaro Pombo.
Esta tarde estaba en la playa, frente a las olas que iban y venian. Viendo como atardecía y el cielo iba cambiando de tonalidades, mientras la luna casi llena sonreía desde el cielo casi transparente. Leía este libro, pero mi mente, mis pensamientos escaban lejos, muy lejos...
jueves, 19 de agosto de 2010
Las panochas
Las Panochas, eran siete amigas que vivían en el mismo canasto. Llevaban desde niñas juntas, habían crecido en el mismo maizal, en cañas paralelas, luego las despanocharon, y las pusieron a secar. Después Pepe las llevó de regalo a su sobrina, "Pa que le hagas palomitas a los niños", le dijo. Pero los niños de la casa ya no eran niños, sino adolescentes altos como cañas y que pasaban el día durmiendo o de mal humor y la noche en vela como murciélagos, así que no se les ocurrió meterse con ellas...
Mamá Panocha les había contado que a otras del maizal las habían desgranado y luego las echaban dentro de una sartén con unas gotas de aceite y sal, las ponían al fuego con una tapadera y los granos amarillos saltaban y se convertían en unas hermosas flores blancas, que los niños comían y llamaban "palomitas"...
Ellas después de varios años en el canasto de esparto sin que nadie las molestara habían perdido el miedo a ser convertidas en "palomitas" y ser devoradas.
Así que pasaban el tiempo hablando entre ellas, de todos los cacharros que pululaban por la casa, con sus quedadas y sus rencillas. Querían mucho a Molinillo, que ya parecía estar mejor de su crisis existencial. Y aunque achacaba su falta de ánimo al calor insoportable de ese verano, la soledad, la falta de inspiración, ellas sabían que no era por eso, seguro que no. Se estaba convirtiendo en un ermitaño gruñón, que le gustaba estar solo y huía de la gente sin motivo alguno. Se ponía nervioso cuando estaba con alguien más de dos horas, si había silencios, si hablaba demasiado, siempre pensaba que mejor estaría en su rincón leyendo o conectado a internet...
Conspiraban con hacerle una fiesta sorpresa, buscarle una novia, igual así se animaba. Pero era todo ¡tan complicado!..., ellas se sentían atrapadas y cómodas dentro de su confortable canasto de esparto, y les daba mucho miedo salir y hacer algo distinto y arriesgado…
©LP
miércoles, 11 de agosto de 2010
La luna en un vaso: David Leo
La luna en un vaso
Los miércoles son mi noche preferida de la semana. Hay poesía en el parque y música de violín. La luna en un vaso. Algo genial y además gratis.
Francisco Cumpián, como coordinador, abre la velada con la lectura de un poema inédito de la colección Maremoto que coordina Jesús Aguado.
Esta noche le toca a David Leo. Ha leído algunos de sus poemas que según me ha comentado pertenecen a su nuevo libro. Todos llenos de frescura y originalidad.
También pudimos escuchar a María, con su violín, acompañada por su padre a la guitarra que tocó dos piezas, un tango “Por una cabeza” y otra un popurrí de vals que no recuerdo el nombre pero que me suena de haberlo escuchado en muchas películas. A veces toca cerca de la catedral. No me canso de escucharla.
Ah, patrocinado todo por la librería Cinco-Echegaray.
domingo, 8 de agosto de 2010
Historias de cacharros:Molinillo.
Molinillo quería estar sólo y llorar en su rincón sin que nadie le viera. Sentía una sensación de fastidio, de malestar desde hacía tiempo. Como si no encajara en ninguna parte. Se sentía distinto de los cacharros que se reunían en la cocina y hacían carreras, quedadas y todas esas tonterías.
Le gustaba quedarse a beber con los platos sucios del fregadero toda la noche, y mirar cómo las hormigas andaban silenciosas por todas partes. La Cafetera italiana de asa negra le había dicho: ―No encontrarás a nadie como yo… y él pensó: "esa es la idea", pero no se lo dijo. No dijo a nadie que estaba cansado de aquella relación que no iba a ninguna parte, que sólo le causaba cansancio y hastío. Y cuando ella se marchó, todos le compadecieron, y él los dejó hacerlo. Intentaba bastarse consigo mismo, sin tener que buscar una mirada de aprobación. Sin que nadie le echara en cara todo lo que hacía. Pero cada día se volvía más duro y deseaba mandarlo todo a la mierda. Fumó otro cigarrillo y pensó que ese sería el último.
©L.P.
jueves, 5 de agosto de 2010
La quedada
Esta era la noche en que hacían una quedada. Las cuatro parejas: El Sr. Salero y la Sra. Jarra, los Sres Sombrero y Sombrera, el Sr.y Sr. Estropajos y Ajos, el Sr.Cafetero y la Sra. Cafetera (su amigo Molinillo no quiso asistir, desde que lo dejara abandonado aquella Cafetera italiana de asa negra, ya no se reunía con ellos). Ya estaban todos listos para pasar un buen rato juntos y recordar los viejos tiempos, cuando todos eran jóvenes y salían en la pandilla e inventaban guateques de verano dónde bebían Sangría con trocitos de melocotón y contaban chistes y bailaban agarrados aquellas canciones antiguas...
Ahora apenas tenían nada que decirse, se sentían extraños y lejanos. Hacían dos grupos: para los chicos era facil, hablaban de futbol, carreras de coches y cosas de hombres. Ellas, en un aparte, se dedicaban a hundirse en la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue, de lo cambiadas que estaban, de las patas de gallo y los kilos de más..., pero su verdadera pasión era hablar de los cacharritos que pronto irían a la Universidad, y cada una se mostraba muy orgullosa de sus vástagos, tan altos, guapos e inteligentes...
Bueno los Srs. Salero y Jarra intentaban disimular, cuando les preguntaban por su hijo, tosían y miraban para otro lado sin dar explicaciones.
Los Sres. Sombrero y sombrera de paja eran los que llevaban más años de pareja, los que eran más diferentes entre sí, los que siempre habían sido tildado de “raros” como que sentían que nunca encajarían en ningún grupo. Por los que no se apostó nunca ni un céntimo. Y allí seguían, nadie se lo explicaba, tal vez ni ellos mismos… Tan juntitos siempre... pero temiendo que una ráfaga de viento los echase a volar a cada uno por un lado...
miércoles, 4 de agosto de 2010
Historias de cacharros: La carrera
―Yo llegué primera a la meta ―decía la tetera del asa partida― además el té con canela o hierbabuena es mucho mejor para la salud que el vino o la leche. Fíjate tú con tanta grasa y tantas flores quedaste la última ―le dijo a la lechera con voz estridente y mirándola con superioridad.
―No, no, que un vaso de vino tinto en la comida, es estupendo para el corazón, ―intervino la jarra de barro, que estaba pisando la línea de meta― se lo dijo el médico a mi tío, que tomara uno siempre, pero que fuera del bueno.
―Anda ya!!! ―dijo la lechera de flores, socarrona― lo mejor es un vaso de leche por la noche para dormir bien, y un cafecito con leche por la mañana para ponerse las pilas, por cierto... ¿dónde se ha quedado la Cafetera? Seguro que se está fumando un cigarro ahí en la ventana con el Molinillo...
©L.P.