martes, 6 de abril de 2010

Chesil Beach (II) (Cartas de personaje y lector)





1ª Respuesta de Florence al lector


Mi querido y estimado lector de "Chesil Beach":

Ante todo disculpe mi demora en responderle. No piense que ha sido para hacer que se impaciente o para hacerme la interesante. De ninguna manera. Es sólo que no sabía cómo empezar, cómo agradecerle sus tardes en el club de lectura, el tiempo en su despacho, su afición desmedida por la lectura. Sus muchas horas de soledad ante un libro, intentando ver a cada personaje, averiguar lo que esconde cada autor entre líneas… de desnudarnos, no solo físicamente, usted querido amigo, con su forma peculiar de leer, nos desnuda el alma.

Ustedes no lo saben, mi querido lector. Pero los protagonistas de las novelas, anhelamos que en su club de lectura escojan nuestro libro. Por las noches cuando cierra las puertas la biblioteca, salimos, descendemos de las estanterías y nos reunimos en vuestra sala. ¿Un aquelarre de personajes? Sí mi querido lector, porque les espiamos, nos organizamos en grupos para conocer qué hablan de nosotros, qué opinan, si nos quieren o nos odian. Y lo que más nos gustaba era cuando al terminar el libro, usted mi querido amigo, nos declamaba esa carta, escrita de su puño y letra, con esa entonación y énfasis que sólo usted sabe darle. Le hemos extrañado durante un tiempo, escuchábamos a sus compañeras pedirle la carta y lo observábamos hacerse el sueco.

Y no sabe cómo me ha emocionado que lo haga de nuevo y que esa carta venga dirigida a mí. Una simple e insignificante protagonista de novela frígida. Y que me rete a un juego. Yo que paso las horas envuelta en letras, perdida por las estanterías de música clásica…

Supongo que ha caído usted rendido a mis encantos, al igual que Edward, y no se ha fijado en las pinceladas que el narrador ha dado sobre mi manera de comportarme y de ser. Me veo en la obligación de aclararle algunos detalles que inmerso en la pasión de la lectura quizá le hayan pasado inadvertidos y no quiero que piense al igual que Edward, que lo he engañado o que lo he utilizado para mis fines.

Me dice que “intenta imaginar por qué demonios soy tan frígida”.

Pues bien, mi querido lector si se fija en la pg. 17 digo que sospechaba que había en mí alguna anomalía profunda, que siempre había sido distinta y que al fin estaba a punto de ser descubierta. Que el problema era más hondo que el mero asco físico; todo mi ser se rebela contra una perspectiva de enredo y carne; No quería me penetraran ni que nadie entrara en mi cuerpo. Y esta repulsión, este miedo atroz, tenía una razón, una razón oculta en mi inconsciente que la noche de bodas se me desveló de manera cruel.

Siempre he estado sola, ante un problema que no sabía cómo abordar, ni con quién hablar. Porque si usted cree que yo soy frígida, es porque no conoce a mi madre, Violet. No recuerdo que nunca me haya abrazado, que nunca me haya mostrado una muestra de cariño, ni a mí ni a mi padre, ella vivía inmersa en su mundo de filosofía.

Le agradezco sus palabras, su carta tan cercana y sincera. Y no, no me espanto porque me imagine desnuda. Seguro que casi todos los lectores lo hacen. Y sueñan con pasear sus manos sobre mis pequeños pechos, por el interior de mis mulos, y llegar a ese pelo púbico que escapa de mi braga y es como un pequeño punto g, que podría desencadenar aquel extraño y expansivo deseo, catapultado desde mi pubertad.

Sí, mí querido lector. Porque fue entonces, en esos viajes con mi padre, recuerde, cuando nos hospedábamos en los más lujosos hoteles. Entonces fue cuando empezó todo. Por un tiempo logré que mi mente lo borrara, lo había escondido en un rincón inaccesible al mero recuerdo.

Creo que fue la primera vez que sentí la lengua de Edward tensada y fuerte, pasando entre mis dientes como un matón que se abre camino en un recinto. Penetrándome. Entonces volvió aquella repulsión, aquel miedo a no poder huir, a no saberme negar y sentirme sucia y culpable. Atrapada en un juego cuyas reglas no podía cuestionar.

Mi querido lector, veo que tiene una gran imaginación, y eso es un buen aliado, un bien que nadie nos puede arrebatar. Úsela, sueñe con ella, pero intente entenderme, se lo ruego. Voy a responder a la pregunta de si sobre hubo un contratiempo con un ángel malo en mi vida. Y la verdad es que lo hubo. Alguien que para satisfacer su deseo, extirpó para siempre el mío.

Como se menciona en la novela, ocurría muchas veces que mi padre me despertaba emociones conflictivas. Que lo encontraba físicamente repulsivo y apenas soportaba verle. No soportaba su voz de tenor, a la vez aduladora. Y cuando a veces lo besaba en la coronilla, después me aborrecía por haberlo echo. Que nunca me abrazaba, solo a veces nos sosteníamos una mirada que nadie entendía. Hasta Edward se le pasó por la cabeza la idea, de que estaba ansioso por librarse de mí…

Durante esos años me había convertido en una experta en ocultar mis sentimientos a mi familia. Nunca exteriorizaba lo que sentía, pero la culpa me desvelaba durante la noche. Siempre había sabido que era mejor no complicar las cosas. Así, cargaba con la culpa en silencio.

Créame, yo amaba a Edward. Tenía el propósito de que nos amaramos y que los dos fuéramos libres. Quería estar enamorada y ser yo misma. Pero para ser yo misma tenía que decir no a cada paso. Y entonces ya no era yo.

Edward no me entendió hasta mucho después, cuando ya era demasiado tarde. Y creo que usted tampoco podría hacerlo. La belleza a veces es como un regalo envenenado, que ciega a los hombres y les incapacita para ver los sentimientos que oculta un rostro.

Pero volvamos a mi noche de bodas. De nuevo sentí como volvía el pasado, como salían a la superficie los recuerdos. De todos modos el pasado indistinto. Era el olor a mar lo que lo invocaba. (pgna.ll3). Tenía doce años y estaba tumbada así, esperando, tiritando en la estrecha litera con bruñidos lados de caoba. Tenía la mente en blanco, me creía deshonrada. …Era la tarde noche en que mi padre se movía en el oscuro camarote apretado para desvestirse, como Edward ahora. Recordaba el susurro de las ropas, el tintineo de un cinto al desatarse, o de las llaves o de monedas sueltas. Mi única tarea consistía en mantener los ojos cerrados y pensar en una canción que me gustaba. O en cualquier canción…” para estar ajena a lo que ocurría, para imaginar que no estaba ocurriendo. Pero cuando en la habitación nupcial escuché caer la ropa de Edward, todos estos recuerdos afloraron de nuevo, mi querido lector, sentí como sin remedio se volvía a repetir todo. Intenté aguantar, incluso ayudar cogiendo con firmeza entre mis dedos el pene erecto de Edward para empujarlo y ajustarlo. Quería que todo terminara lo antes posible. Pero fue cuando Edward tuvo aquella reacción, derramó su semen, tibio y viscoso sobre mi cuerpo, algo muy fuerte se reveló dentro de mí. No pude controlarme por más tiempo. La repulsión, el miedo, la angustia hicieron presa. No pude por más que huir. Huir lo más lejos que me permitían mis pies en aquel momento.
Por eso mi querido lector, compréndame. Antes de aceptarle como mi marido, debería someterme a unas sesiones de psicoanálisis, de terapia para superar este miedo atroz a lo que ocurrió en mi pubertad y mi noche de bodas, vuelva a suceder.

De momento viviré para la música que no exige nada de mi cuerpo. Intentaré olvidarlo todo.
Porque el narrador no ha querido decir nada más de mi vida. Solo que triunfé y que di conciertos. Olvidó contar que en las noches de insomnio, lloraba recordando a Edward, su deseo contenido y feroz a la vez, su inexperiencia, sus ojos cálidos mirándome con admiración.

Nunca había conocido tantos altibajos y virajes bruscos en mis sentimientos y mi estado de ánimo. Me siento como si estuviera reinventando la existencia. Estoy condenada a equivocarme.

Por eso me disculpo ante usted, mi querido lector. Me consta que podría ser un gran amante,
ganas no le faltan, y supongo que experiencia tampoco. Pero yo sólo soy un personaje de novela. Un personaje con un conflicto sin resolver, en un mundo dónde aún no se habla de sexo. Y conozco bien mis limitaciones. Y si quiere soñar sueñe. Yo estaré a su lado en sus ensoñaciones, entonando una melodía con mi violín.

Mi querido lector, he de marcharme ya, los demás personajes me esperan para un conclave, donde nos informaran de la próxima novela que leerán ustedes, los del club de lectura.

Sepa que su carta ha sido uno de los detalles más hermosos que ningún lector me haya hecho llegar jamás.

Suya por siempre

Florence



3º Carta cruzada del lector con la respuesta de Florence


Mi anhelada Florence:


Naturalmente no estás obligada a cartearte conmigo, pero es igual ya no
voy a pensar en ti, te juro que no voy a pensar más en ti aunque me duelas, el
juego ha terminado.

Porque sí, por supuesto que dueles y mucho.

Cualquier personaje esquivo como tú es una espada y yo me había hecho ilusiones.

¿Piensas que soy un snob? ¿Te parezco un chulo mal criado, un creído? Eres una
una tonta que no sabe lo que quiere. Me voy a la cama.

Voy a olvidar que me dueles con un dolor extraño, un dolor que tuviese vida propia
no un de esos, tan vulgares, que quitan los médicos con calmantes. Quizás sueñe
y te vea desnuda o, mejor, es posible que te desnude yo a mitad de un concierto.

¿Es desprecio? ¿Sientes por mí desprecio a un pobre lector que no es nadie?

Porque, si es así, me la vas a chupar, ¿me entiendes? Me la vas a chupar bien hondo.

Una mujer importante como tú, acostumbrada a los aplausos, debe saber joder como
es debido. Joder de lo lindo, ¿comprendes? Por activa y por pasiva, joder hasta lo más
profundo, en eso que tú y tus amigas llamaríais alma. Qué ridículas.

¿Te gusta joder el alma, Florence? Lo digo porque cuando estás conmigo y hay gente
delante sacas a relucir además de tu porte de esposa, el porte de primer violín de un
respetado cuarteto y entonces, cuando tu majestad serena reluce, ¿sabes? A mí me entra
la risa.

No lo puedo remediar, perdóname, pero sé que te horroriza una simple mancha de semen
y pienso en eso, en mi semen manchando tus manos blancas, pienso en el líquido mágico cuya
una sola gota es capaz de hacerte huir despavorida, en tu noche de bodas, hasta la playa.

Si no quieres escribirme eso no hará que yo no exista. Y tu marido no será tú marido, yo
seré tu marido. Es el juego, no lo habrás olvidado. Y lo verdadero continuará permaneciendo
oculto no por culpa del señor McEwan sino porque tú quieres. ¿Entiendes lo que te estoy
diciendo, Florence?

No hemos venido aquí para hacer juicios morales porque formamos un matrimonio y estamos
casados. Además de cruel sería completamente inútil.

Recibe un casto beso de quien tú sabes.

4 comentarios:

  1. Este lector trata de ocultar algo, posiblemente una herida mal curada. No te fies de él, Loli.

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  2. Soy psicóloga clínica en el Hospital Quirón de Barcelona. He entrado por casualidad en este blog y quiero decir que escribir cartas no nos hace volver atrás. Atrás nunca hay nada porque el pasado realmente no existe, son los recuerdos que siguen con nosotros los que de verdad nos hacen daño, no el pasado. Esta necesidad que tiene el lector de escribir cartas lo liga a un recuerdo que no sabe superar. Debería consultarlo con un psicólogo.

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  3. Aún quedan algunas cartas más del "lector" por publicar y Florence se está pensando la respuesta, lo que pasa que al ser personaje es un poco más lenta.
    Sra. psicóloga, la materia de que está echa la vida son los recuerdos, a ellos vamos cuando nos encontramos solos. A ellos nos agarramos cuando andamos perdidos. No es malo recordar y tener recuerdos...

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  4. Pues a toro pasado escribo pero me alegro de la controversia y opiniones que se están dando sobre esta correspondencia. Ma las estoy leyendo todas de un tirón ahora. Saludos.

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