Creía que sólo en los barrios más periféricos de Málaga ondeaban las banderas dueñas de los balcones, pero ya veo que en el centro, en esos edificios antiguios que parecen estar habitados por fantasmas, también hay pasión por el futbol, porque gane España, aunque sea un sueño casi imposible.
Y con este circo nos olvidamos de otros problemas, de la hipoteca, del paro, de las injusticias y los atropellos que estan pasando en otros lugares del mundo.
Y nos sentimos alegres o tristes porque durante noventa minutos unos tipos en pantalón corto, corran tras un balón, y el hecho de que consigan meterlo entre dos palos, haga que la gente se tire a las calles, que vocee, que una euforia extraña se transmita por todos los rincones.
En caso contrario, decepción y silenco. No sé qué prefiero.
O que estos jugadores cobren sueldos millonarios, consigan o no su objetivo.
El mundo está loco.