Esta era la noche en que hacían una quedada. Las cuatro parejas: El Sr. Salero y la Sra. Jarra, los Sres Sombrero y Sombrera, el Sr.y Sr. Estropajos y Ajos, el Sr.Cafetero y la Sra. Cafetera (su amigo Molinillo no quiso asistir, desde que lo dejara abandonado aquella Cafetera italiana de asa negra, ya no se reunía con ellos). Ya estaban todos listos para pasar un buen rato juntos y recordar los viejos tiempos, cuando todos eran jóvenes y salían en la pandilla e inventaban guateques de verano dónde bebían Sangría con trocitos de melocotón y contaban chistes y bailaban agarrados aquellas canciones antiguas...
Ahora apenas tenían nada que decirse, se sentían extraños y lejanos. Hacían dos grupos: para los chicos era facil, hablaban de futbol, carreras de coches y cosas de hombres. Ellas, en un aparte, se dedicaban a hundirse en la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue, de lo cambiadas que estaban, de las patas de gallo y los kilos de más..., pero su verdadera pasión era hablar de los cacharritos que pronto irían a la Universidad, y cada una se mostraba muy orgullosa de sus vástagos, tan altos, guapos e inteligentes...
Bueno los Srs. Salero y Jarra intentaban disimular, cuando les preguntaban por su hijo, tosían y miraban para otro lado sin dar explicaciones.
Los Sres. Sombrero y sombrera de paja eran los que llevaban más años de pareja, los que eran más diferentes entre sí, los que siempre habían sido tildado de “raros” como que sentían que nunca encajarían en ningún grupo. Por los que no se apostó nunca ni un céntimo. Y allí seguían, nadie se lo explicaba, tal vez ni ellos mismos… Tan juntitos siempre... pero temiendo que una ráfaga de viento los echase a volar a cada uno por un lado...
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