«Inesperadamente, el señor Darcy le pidió que fuera su
próxima pareja;
Elizabeth se quedó tan desconcertada que, sin saber lo
que hacía, aceptó.»
EL
DUELO
Te
ha sorprendido distraída y con la guardia baja, logrando lanzarte una estocada
en mitad del pecho. Ha sido un toque leve, sutil, que apenas sangra. Tú
reponiéndote de la sorpresa respondes al ataque con ingenio y frialdad
aparente, lanzando arremetidas que él frena con eficiencia y sin alardes.
Giráis, avanzáis, retrocedéis, elegantes y bellos sin dejar de enfrentar la
mirada, en una contradanza, que no por mil veces repetida ha dejado de ser
perfecta en su ejecución. Todos os admiran y descubren sin esfuerzo algo que
parecéis empecinados en ignorar, la
pasión que se os desborda por los ojos.
Os olvidáis de todo cuanto os rodea y guardáis silencio en el momento en el que
os dais cuenta que este combate no lo va a ganar nadie. Cuando cesa la música,
distantes os dedicáis una reverencia cortés y tomáis caminos opuestos, pero esa
estrategia no os va a servir de nada porque ambos, heridos de gravedad, estáis
irremediablemente condenados a amaros.
©María Ángeles Villarreal
Muy bueno,admirable el símil del duelo.
ResponderEliminar